La industria alimentaria está en el centro de una doble exigencia: garantizar la seguridad de los alimentos en todas las etapas de la cadena y reducir al mínimo el desperdicio, tanto por razones éticas como regulatorias. Alinearse con estándares internacionales como la ISO 22000 y cumplir con normativas nacionales, como la nueva Ley contra el Desperdicio Alimentario en España, ya no es una opción. Es una necesidad operativa, reputacional y legal.
👉 ¿La buena noticia? Con el apoyo de la tecnología adecuada, es posible transformar estos retos en una oportunidad de mejora continua.
¿Qué exige la ISO 22000 y por qué es clave para el sector?
La norma ISO 22000 establece los requisitos para un Sistema de Gestión de la Inocuidad de los Alimentos (SGIA). Su objetivo es asegurar que los alimentos no representen ningún peligro para la salud del consumidor en ninguna fase: desde la producción primaria hasta la distribución.
Algunos de sus pilares son:
- Análisis y control de riesgos relacionados con la seguridad alimentaria.
- Implementación de un sistema de trazabilidad robusto.
- Planificación del mantenimiento y control de equipos que impactan en la calidad del producto.
- Gestión de acciones correctivas y preventivas.
- Documentación precisa de todos los procesos relacionados.
En resumen, la ISO 22000 obliga a tener un control exhaustivo de todos los puntos críticos, donde un fallo técnico o un descuido pueden comprometer la inocuidad del alimento.
Ley 1/2025, nueva normativa en España: hacia el desperdicio cero
España ha aprobado una nueva ley contra el desperdicio alimentario, la Ley 1/2025 del 1 de abril, que obliga a las empresas del sector agroalimentario, distribución y restauración a:
- Prevenir el desperdicio de alimentos mediante planes específicos.
- Priorizar la donación o redistribución antes de desechar productos.
- Establecer sistemas de seguimiento y trazabilidad para cuantificar y justificar las pérdidas.
- Aplicar criterios de mantenimiento preventivo para conservar las condiciones óptimas de los alimentos durante su vida útil.
Esto implica que la gestión de activos, instalaciones y equipos (cámaras de frío, líneas de producción, sensores de temperatura, etc.) se convierte en un elemento crítico para evitar pérdidas evitables y cumplir con la ley.
¿Qué papel juega la tecnología en todo esto?
Cumplir con estas exigencias no depende solo de procesos escritos. Requiere herramientas digitales que permitan:
1. Trazabilidad completa y en tiempo real
Plataformas como Fracttal One permiten documentar cada mantenimiento, inspección o incidencia asociada a un equipo, lote o instalación. Esto facilita demostrar que se han seguido los procedimientos correctos, especialmente ante auditorías de seguridad alimentaria o controles de calidad.
2. Monitorización mediante IoT
Los dispositivos IoT de Fracttal Sense ayudan a supervisar variables como temperatura, humedad o vibraciones. Así se puede detectar cualquier desviación en equipos críticos —como cámaras de refrigeración o sistemas de conservación— y actuar antes de que el producto se eche a perder.
3. Prevención del fallo y optimización de recursos
Planificar tareas de mantenimiento preventivo, evitar paradas inesperadas y alargar la vida útil de los activos también es una forma directa de reducir el desperdicio y evitar problemas de seguridad alimentaria.
4. Informes automatizados y cumplimiento normativo
Fracttal permite generar informes detallados sobre las operaciones de mantenimiento, el estado de los activos y las acciones correctivas tomadas. Estos informes son esenciales para demostrar cumplimiento ante organismos reguladores o certificadores de normas como la ISO 22000.
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Conclusión: prevenir es cumplir (y mejorar)
Cumplir con la ISO 22000 y con la nueva legislación española sobre desperdicio alimentario no debería verse como una carga administrativa, sino como una oportunidad para mejorar la eficiencia operativa, reforzar la confianza de clientes y consumidores, y demostrar compromiso con la sostenibilidad y la seguridad.
Con el apoyo de soluciones como Fracttal, las empresas alimentarias pueden no solo cumplir con lo que exige la normativa, sino también operar con mayor control, anticipación y responsabilidad.