El ciclo de vida de un activo industrial se compone, normalmente, de tres fases principales: mortalidad infantil, vida útil, y periodo de obsolescencia.

En el momento en que un activo pasa a presentar fallas relacionadas con la tercera y última fase de su ciclo de vida (obsolescencia), sus componentes están «cansados» debido a su uso, es decir, las piezas están desgastadas, por lo que presenta un alto riesgo de fallar.

Frente a esta situación, la sustitución puntual de un único componente puede no influir en la condición actual del activo, que permanece con una alta tasa de falla, es decir, el mantenimiento preventivo rutinario relacionado con el cambio periódico de piezas no tiene la eficacia esperada, ya que el equipo se encuentra en un nivel de degradación demasiado elevado.

Esta situación se produce en equipamientos con un tiempo largo de operación o que no tuvieron el mantenimiento adecuado.

En este caso, existen dos formas de actuar: descarte o revisión completa.

El overhaul no es más que la revisión general del equipamiento, cuya finalidad es prolongar su vida útil a través de la sustitución y restauración de conjuntos de componentes críticos desgastados por su propio funcionamiento.

Por tanto, se revisan totalmente los sistemas eléctricos, mecánicos y neumáticos y se sustituyen sus piezas por nuevas, lo que permite que el equipo vuelva a una condición de operación cercana a la de un equipo nuevo.

Aplicación práctica del overhaul

La definición para ejecutar el overhaul se alinea a cuestiones estratégicas, que incluyen diferentes análisis y evaluaciones (viabilidad, coste, recuperación de la inversión, coste de oportunidad). Bajo este aspecto del mantenimiento, antes de realizar el overhaul se considera además del coste, cuestiones relacionadas con la confiabilidad y disponibilidad (rendimiento, calidad, tasa de falla, tiempo de reparación...) del equipo.