El ciclo de vida de un activo se compone normalmente de tres fases:
Primera fase del activo e inicio de su vida útil. Se caracteriza por una tasa alta de falla que disminuye a lo largo del tiempo, debido a posibles defectos de fabricación e instalación y montaje incorrectos que pueden generar fallas en el inicio del funcionamiento del activo.
después del periodo inicial, con alta probabilidad de fallas, el activo entra en la segunda fase del ciclo de vida que se caracteriza por la disminución de la tasa de falla y la estabilidad operativa. En esta etapa, las fallas se producen de forma aleatoria normalmente relacionadas con sobrecargas del sistema.
Tercera y última fase del ciclo de vida de un activo. Se caracteriza por el aumento considerable de la probabilidad de fallas, que tiene como resultado el desgaste de los componentes.
Las fases del ciclo de vida de un activo se representan gráficamente con la curva de la bañera, que muestra la variación de la tasa de falla a lo largo del tiempo.
De esta forma, basándose en las fases del equipo es posible predecir cuáles son los modos potenciales de falla existentes. Por ejemplo, las fallas relacionadas con errores de fabricación e instalación inadecuada están ligadas a la fase de mortalidad infantil. Por su parte, las fallas aleatorias se producen en el periodo de vida útil. Por último, las fallas ocasionadas por el desgaste y fatiga de los componentes muestran el final de la vida útil del activo.
Si se comprende esta lógica, es más asertivo determinar cuáles son las acciones de mantenimiento más adecuadas para cada momento de la vida útil de un activo.
La representación gráfica de la curva de la bañera se aplica principalmente a los componentes mecánicos. Con la evolución tecnológica, los equipos incorporan además de los elementos mecánicos, otros sistemas electromagnéticos y neumáticos, por lo que surgen otros modelos de ciclo de vida, más allá del modelo estandarizado representado por la curva de la bañera.
Estos nuevos modelos de ciclo de vida muestran que los dispositivos pueden presentar un ciclo de vida diferente de la curva de la bañera, como por ejemplo: equipos que no poseen fase de mortalidad infantil o que no poseen un periodo de obsolescencia programada (fin de la vida útil) explícito.
Estos diferentes modelos de ciclo de vida de activos generan un gran desafío para el mantenimiento, ya que las acciones preventivas pueden no ser eficaces en la reducción de la tasa de fallas, o incluso peor, pueden llegar a aumentarlas.
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